Junio 2025.
El nerviosismo era tal que esa noche no pude dormir.
Había enviado el borrador de Andy & Jack a mis lectores beta.
Por primera vez, en casi 30 años, alguien que no fuera yo conocería su historia.
En cuanto apreté «Enviar», sentí un remolino interno. Y después… silencio.
Un día. Dos. Tres.
Hasta que mi corazón retomó su ritmo habitual.
Seguí con mi rutina y con todas las tareas pendientes del libro. Pero el nervio seguía ahí.
¿Ya habrán empezado a leer? ¿Les estará gustando?
Una semana después, por fin llegó el primer mensaje. Una lectora beta me escribió emocionada: no había podido dejar de leer.
Sus palabras me llenaron el corazón. Le había gustado. La había conmovido… Lloró a moco tendido por más de cuatro capítulos.
Y no fue la única. Poco a poco fueron llegando más comentarios. Similares.
Les toqué. Les conmoví. Les rompí el corazón.
Eso no me gustó… No me gusta romper corazones.
Pero decidí canalizarlo de otra manera: Si logré romper su corazón es porque conectaron.
Y que alguien conecte con tu historia es el mejor halago para un escritor dramático.
Así que… ¡prueba superada!
Andy & Jack puede gustar.
Tal vez sí soy suficiente.
Y ahora, con más emoción que miedo, quiero seguir adelante con este sueño.