Abril 2025
A veces imaginamos que la vida de un escritor es bohemia, solitaria, en total calma. Que se aísla en una cabaña en el bosque y deja fluir su imaginación sin interrupciones.
Nada más lejos de la realidad.
La vida de un escritor, sobre todo cuando recién comienza, es una mezcla de muchos roles: trabajo, familia, pareja, pendientes del hogar… una lista interminable.
Y ahí estás, tratando de encontrar un hueco para escribir entre la rutina diaria.
Si existiera una lámpara mágica, seguro pedirías que el día tuviera 30 horas… solo para ver si así logras terminar con todo. Y tal vez ni así.
A veces pareciera que el tiempo no alcanza. A veces, incluso, se cruza por tu mente la tentación de mandar todo al diablo y volver a la vida cómoda: oficina, sueldo fijo y fines de semana con sobremesas largas.
Pero el sueño sigue ahí.
Persistente.
Testarudo.
Y el camino que llevas recorrido ya es más largo que el que falta por andar. O eso parece.
Miras atrás y has vencido mucho.
Miras hacia adelante y, sí, da miedo. Pero es un miedo mezclado con emoción, con adrenalina. Porque escribir es lo que te hace sentir viva.
Así que respiras, te detienes un momento… y sigues.
Sin perder el rumbo.
Sin perder la fe.
Escribir en medio del caos es una tarea titánica, pero estoy segura de que la recompensa lo vale todo.